La Perdida Ranita Arlequín Anaranjada: un Viaje a la Memoria Biocultural
- Atelopus Survival Initiative
- 4 abr
- 6 Min. de lectura
En lo alto de los bosques nublados de los Andes venezolanos, cerca de la ciudad de Mérida, destellos de un brillante color naranja solían adornar las aguas que descendían por las montañas. Estos pequeños destellos de color permanecen vívidos en la memoria de las generaciones mayores, como símbolos del delicado equilibrio entre las personas y la naturaleza.

Han pasado ya 30 años desde la última vez que se vio a la Ranita Arlequín Anaranjada (Atelopus sorianoi), una joya anaranjada entre la vibrante familia de sapos arlequín. Conocido únicamente por un solo arroyo en la cordillera andina, este pequeño y llamativo anfibio forma parte de la lista de “espécies más buscadas” de Re:wild dentro de su iniciativa Search for Lost Species.
A mediados de la década de 1980, especies enteras de sapos arlequines comenzaron a desaparecer a causa de una enfermedad infecciosa letal llamada quitridiomicosis, que se propagó por América Central y del Sur. Desde principios de los años 2000, aproximadamente el 40 % de las especies de Atelopus han desaparecido de sus hábitats conocidos.
Los esfuerzos por recuperar a estas “joyas del Neotrópico” están en marcha. En Venezuela, el Grupo de Trabajo Atelopus Venezuela —parte de la Iniciativa de Supervivencia Atelopus—trabaja para redescubrir al la Ranita Arlequín Anaranjada y otras especies de arlequines que se creían perdidas. Integrando ciencia, educación participativa y memoria colectiva, el grupo no solo busca reencontrar a estos anfibios elusivos, sino también reavivar la conexión entre las comunidades locales y su patrimonio natural.
En busca de la Ranita Arlequín Anaranjada
Desde 2020, Atelopus Venezuela se ha dedicado a la compleja y prolongada labor de conservar a las ranas arlequín y utilizar esta especie como una herramienta para reactivar los profundos vínculos entre las comunidades locales, la cultura ancestral y la biodiversidad.
¿Quiénes son las figuras clave en estas expediciones para encontrar a algunos de los anfibios más perdidos de Venezuela? Estudiantes de escuelas primarias.
La coordinación de Atelopus Venezuela está a cargo del ecólogo Francisco Nava, del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Nava ha dedicado los últimos 17 años al estudio del género Atelopus en Venezuela.

Nava explica que, además del enfoque científico riguroso del proyecto, un componente fundamental del trabajo multidisciplinario de Atelopus Venezuela es despertar la creatividad y fomentar la colaboración en las nuevas generaciones de la región. A través de murales y cortometrajes documentales realizados por estudiantes, Atelopus Venezuela invita a las y los jóvenes a explorar la relación entre los seres humanos y la naturaleza, mientras se adentran en el mundo de las ranas arlequín desaparecidas.
En Mérida, territorio de la desaparecida Ranita Arlequín Anaranjada, estudiantes de la Unidad Educativa Ángel Antonio Altuve Manrique El Hato crearon un documental de dieciséis minutos que investiga su desaparición de varias décadas: En la búsqueda de "Arlequín Naranja": Para salvar nuestro ecosistema.
Combinando dibujos y entrevistas con personas mayores de la comunidad, el documental indaga qué pudo haber ocurrido con la Ranita Arlequín Anaranjada y con el ecosistema del que formaba parte.
En el filme, las personas mayores recuerdan una época en la que solían ver en abundancia a la "Ranita Naranja" y cómo el impacto humano, como la deforestación, ha transformado la tierra, las especies y las cuencas hidrográficas. Compartieron con las y los estudiantes sus recuerdos de arroyos caudalosos, sombreados por los árboles del bosque y llenos del canto de las ranas. Contaron cómo destellos de colores brillantes alguna vez pintaron las aguas del bosque, aguas fundamentales para sostener su vida agrícola.
Cuando desapareció la Ranita Arlequín Anaranjada, su ausencia fue imposible de ignorar para la población local. Para las y los estudiantes de Mérida, las historias de las ranas arlequín perdidas no solo trazaron la transformación de sus ecosistemas locales, sino que también los llevaron a redescubrir antiguos mitos entretejidos en sus paisajes y su herencia cultural.

“Lost encantos”
En el legado ancestral de los Andes venezolanos, "los encantos" se refieren a fenómenos encantados o místicos vinculados a lugares específicos, espíritus o elementos de la naturaleza. Los pueblos indígenas de los Andes, como los Cuicas de las zonas montañosas de Mérida, sostenían manifestaciones y mitos sagrados, a menudo conectados con su relación con el mundo natural.
Otro grupo de estudiantes, esta vez de la escuela Bolivariana La Mucuy Baja, también en Mérida, creó su propio documental "En busca del sapito arlequín de Mérida". En el camino, aprendieron sobre los antiguos espíritus del bosque conocidos como Los Cheses. Recorriendo quebradas y senderos junto al equipo de Atelopus Venezuela, los estudiantes ofrecieron frutas a estos seres míticos, pidiendo su ayuda para encontrar a la esquiva rana arlequín. Momentos como estos forman la base de la misión de Atelopus Venezuela: reavivar una conexión con un linaje de sabiduría, mitología y un profundo respeto espiritual por el mundo natural.
Memoria biocultural
En el corazón del trabajo de Atelopus Venezuela está el objetivo de: restaurar la memoria biocultural.
La memoria biocultural es el entramado profundo entre las tradiciones ecológicas y culturales, las historias, los rituales y las prácticas transmitidas de generación en generación.
“Reconocemos la memoria biocultural como la historia coevolutiva entre los seres humanos y la biodiversidad que nos ha rodeado durante miles de años”, explica Nava.
“Esa relación contiene los saberes, creencias y prácticas que sustentan el equilibrio entre las personas y la naturaleza. Nuestro énfasis está en revalorarla, como un contrapeso frente a la cultura ecológicamente destructiva de la sociedad moderna”.
Para Dinora Sánchez, colega de Nava en Atelopus Venezuela e investigadora del IVIC, enfrentar el complejo reto de restaurar las historias locales, las tradiciones y el conocimiento intergeneracional requiere de un enfoque holístico.
“La cultura es una parte fundamental de la conservación de la biodiversidad”, afirma. “Es inseparable”.
Sánchez explica que Atelopus Venezuela se guía por una metodología propia desarrollada por su equipo, inspirada en un linaje de educadores y pensadores latinoamericanos.
Tomando como referentes a figuras como Simón Rodríguez, mentor de Simón Bolívar, y al brasileño Paulo Freire, Atelopus Venezuela trabaja en las intersecciones entre la educación, el arte, la justicia social, la biodiversidad y el patrimonio cultural. A través de la Educación Popular y el Ecologismo Popular, la iniciativa emplea el aprendizaje participativo —como la creación colectiva de películas— para revitalizar una conexión más profunda con los saberes ancestrales y la biodiversidad.
¿Y cómo se ve exactamente la revitalización de la memoria biocultural? Para los estudiantes que crearon el documental En la búsqueda de "Arlequín Naranja": Para salvar nuestro ecosistema: para salvar nuestro ecosistema, fue escuchar a sus mayores hablar del ritual de “sembrar” o “plantar” el agua. Al explicar este acto ancestral de cuidado del agua transmitido por generaciones, las personas mayores expresaron su relación espiritual con la Madre Naturaleza y un profundo conocimiento de que todo es vida. A través del ritual, los y las estudiantes fueron testigos de una cultura milenaria que respeta y protege a la naturaleza, formando un puente entre generaciones pasadas y el presente.

Tejiendo nuevas historias a partir de las antiguas
Hasta la fecha, las y los estudiantes que colaboran con Atelopus Venezuela han producido seis documentales.
Nava incluso cuenta que estudiantes de la escuela Ángel Antonio Altuve Manrique El Hato han escrito y compuesto un rap que no solo resume los hallazgos de su investigación, sino que también recoge historias más amplias sobre su territorio. Para Nava y su equipo, esta expresión creativa nutrida por la memoria es una prueba de que sus esfuerzos por reactivar la memoria biocultural comienzan a dar frutos.
A medida que las y los estudiantes entrelazan sus ecosistemas con la sabiduría generacional, las ranas arlequín se convierten en algo más que una especie perdida. Aunque la Ranita Arlequín Anaranjada aún no ha sido redescubierta, la nueva generación de Mérida se acerca cada día más a la memoria viva de sus mayores, a su herencia ancestral y a su biodiversidad local única. En los arroyos montañosos de su tierra natal, están tejiendo nuevas historias a partir de las antiguas, convirtiéndose en guardianes de una naturaleza que ahora conocen y con la que se sienten profundamente conectados.
El programa 'Search for Lost Species' cuenta con el apoyo de Colossal Foundation
Texto escrito por Laura Moreno, redactora de Re:wild Todas las fotos por el Grupo de Trabajo Atelopus Venezuela
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